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Amalia Ramírez


 

amalia recortadaAmalia Ramírez (Lupión)
 
Lupión 1834 - Madrid 1918
        María Amalia de los Dolores de la Aparición de Santiago Ramírez del Campo, nace en Lupión (Jaén), un 23 de Mayo,  de 1.834. 
      Una de las más prestigiosas tiple que han pisado los escenarios españoles, y si hemos de atenernos a las crónicas de la época, la mejor entre las mejores de su cuerda
      Era hija de D. Ramón Rafael Ramírez, comandante de infantería, y de doña Ana del Campo Rubio, de La Carolina.   Sus abuelos paternos eran Antonio Ramírez Sevilla y María Josefa Ramírez Casado de Lupión. Sus abuelos maternos Ignacio del Campo, de Viso del Marqués; y Catalina Rubio, de Linares.
      El 7 de octubre de 1.858, justo coincidiendo con el año que se funda  “El Ateneo Literario Artístico y Científico de Cádiz”, la Junta de Gobierno de este, nombra Socia del Mérito a Doña Amalia Ramírez, por sus grandes virtudes en las artes líricas y dramáticas. Esto llama la atención ya que en aquella época el protagonismo de la mujer en los Ateneos fue prácticamente inexistente. 
     Es difícil encontrar citas referidas a mujeres hasta 1950; es por lo que se cuenta con tan poca información de esta ilustre lupionense.
      Desde muy niña demostró Amalia afición a la música. A los tres años entonaba con linda y pura voz cuantas melodías oía, y a los siete solfeaba y se acompañaba en una guitarra los fragmentos más en boga.
     Obligada a seguir a sus padres en los continuos desplazamientos a que la profesión de D. Ramón le obligaba, no pudo estudiar seriamente, como era el deseo de sus progenitores; pero su intuición artística iba en aumento, y así a los once años pisó por primera vez la escena en Zamora, en una función organizada por la oficialidad de dicha plaza a beneficio de los pobres, cantando la cavatina de la ópera “Betti”, con tal éxito que le fue regalada como recuerdo de este su primer triunfo, una hermosa corona de oro.
     Al estallar la guerra carlista el padre de Amalia se pasó a las filas del pretendiente, lo que motivó le fuesen confiscados todos los bienes. Para colmo de males, D. Ramón murió en Estella, y Amalia con su madre, se vio en situación comprometida, decidiéndose entonces por consagrarse al teatro, y se matriculó en el Conservatorio de Madrid, donde con los maestros Vall-demosa y Saldoni.
     Su aplicación y méritos fueron tales que pronto ganó en reñida oposición una plaza de repartidora de música, con cuyo producto pudo ayudar a desenvolver su vida y la de su madre.
     En el Conservatorio la llamaban “La perla del Conservatorio”, y sus éxitos fueron tan sonados que antes de pisar las tablas ya se disputaban varias Empresas de provincias para incorporarla a sus compañías de ópera.
     Pero Amalia se decidió por nuestra zarzuela, entonces en sus albores merced a los esfuerzos de Salas, Barbieri, Incenga y otros músicos de fuste, debutó en el Circo a principios de 1853 con la zarzuela de Arrieta y Camprodón  “El dominó azul”, obteniendo un éxito de apoteosis.
    Después de tres años de triunfos ininterrumpidos, en cuya actuación hizo creaciones en obras como: “Catalina”, “Mis dos mujeres”, Guerra a muerte”, “Marina” (que fue estrenada por ella en 1855), “La hija del regimiento” y “Llamada y tropa”; fue contratada por una Empresa de Cádiz para dar allí un corto número de funciones.
   Fue tal el éxito logrado por Amalia que la empresa la escrituró por dos años, cosa que molestó a los autores de aquí en tal grado que la prohibieron el repertorio para obligarla a regresar de nuevo a la corte. Amalia no quiso ceder ante la imposición e hizo que la tradujesen todas las óperas cómicas italianas más en boga, y con ellas se defendió sin claudicar ante el boicot.
 
   La muerte de su madre la hizo abandonar por un tiempo la escena; pero ante requerimientos constantes, decidió volver a ella, aceptando un contrato en Jovellanos.
   A finales de 1857 marchó contratada a la Habana, y antes de partir se despidió del público madrileño con una función dada en el Príncipe, en la que interpretó “La Colegiala”.
   Tres años estuvo en América obteniendo éxitos de apoteosis, hasta 1860, en que regresó a la Península.
    En una excursión que hizo por Andalucía conoció a D. Adolfo de la Rosa, prestigioso médico con el que se casó y tuvo tres hijos: Julio, Adolfo y Blanca, retirándose de nuevo de la escena.
    El Sr. De la Rosa, que era un apasionado republicano, se vio obligado a emigrar durante la Restauración, y entonces su esposa volvió a pisar la escena; pero esta vez, para dedicarse a la ópera, donde consiguió triunfos tan resonantes como en la zarzuela grande.
    Cantó en Milán, con Corsi; en Bolonia con Gayarre, Patierne y Algdighieri; en París, con Verger; en el Coven Garden, de Londres; en el San Carlos, de Nápoles, y en el Real de Madrid, lo más destacado del repertorio de ópera, y en todos los sitios donde actuó provocó tempestades de aplausos.
     Además de las zarzuelas citadas estrenó “Galanteos en Venecia”, “El valle de Andorra”, “La cisterna encantada”, La Cacería Real”, “Los jardines del Buen Retiro”, “La cola del diablo”, “El grumete”, “El estreno de un artista” y muchas más, imposible de enumerar.
      Cansada de una carrera tan triunfal como fructífera, y añorando la paz y el retiro del hogar, se despidió de la escena, viviendo alejada muchos años de ella, hasta que, a los ochenta y cuatro años fallecía en Madrid el día 25 de febrero de 1818.
 Florentina García García
 
             Bibliografía: Biblioteca Nacional de España "Heraldo de Madrid" 
                              Discurso de Teresa Agudo López "El ateneo y las mujeres ante el siglo XXI"
 



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